viernes, 30 de noviembre de 2007

GUERRA

Hongos de polietileno
retrasan la muerte de unos
aceleran la vida de otros
y desencadenan voraces informativos


Servicios muy inteligentes
se rodean de conferencias apropiadas,
que le susurran por lo alto
lo que está pasando a un mundo que
de esto sabe mucho, pero recuerda poco


Multitudinarias marchas
de veredas distantes
se aglomeran en ciudades
muy lejanas a los hechos


La distancia simplifica todo,
como la pantalla de la TV,
desde donde dos bellos monigotes
dicen saber qué está pasando


La historia es nueva,
milenaria y reiterativa.
los errores son compartidos
y los muertos enterrados


Fosas de eternidad,
de glorias y fracasos,
hacen sentir bien a millones
y no sentir nada a miles


Falacias bien estudiadas
narran otro capítulo
que argumenta sólo paz,
amor y tecnología


Todo terminó –para ellos-
la lucha recién comienza,
el dolor y la memoria
siguen ganando combates decisivos

Prisionero de Guerra

Las barreras del enemigo
están ya muy cercanas,
el horizonte se aproxima
y las tensiones crecen


Nuestras banderas
no están en su lugar
y algunos colores
han cambiado de tonalidad


Las trincheras huecas
fueron superadas,
las fronteras están
tras nuestras espaldas


Un hierro frío
divide nuestra visión,
el cemento opaco
sostiene nuestros sueños


Los años se van sumando
y el cabello desaparece.
Algunos disparos
siguen sonando a lo lejos

viernes, 23 de noviembre de 2007

TELEFONIA CELULAR (I° parte)

_ HOLA, Cecilia, sí, soy yo, Mariana. ¿Cómo andás? Yo, nada, acá estoy. ¿Eh? Sí, discutimos de nuevo con Alfredo. No, todo mal (silencio, exhala por la nariz), nos separamos. Sí boluda, ya lo decidimos, nos separamos. ¿Y, la nena? Ya sé la nena, pero que querés que hagamos, esto no da para más, vos lo sabés mejor que nadie, ¿O para qué hablamos tantas veces? Bueno disculpá, pero ¿qué querés? Estoy para el culo. No, ya sé, lo hablamos mil veces pero esto está completamente desgastado, además, todas las actitudes que te conté de Alfredo se fueron acentuando en estos últimos días. Y sí, ¿cuánto tiempo más me iba a aguantar que se pare de la mesa para leer los mensajes de texto? Otra, (elevando el tono de voz) el tipo puso Internet en casa y jamás se atrevió a abrir acá su messenger. ¿Por algo será, no te parece? No, (baja el volumen) está en el living mirando los dibujitos. ¿Qué? No, yo estoy con el celular del laburo en mi cuarto, así que no hay problema.
¿Querés que te cuente? Nada, lo de siempre, casi no nos hablamos, la cena es un velorio, apenas si la nena nos distrae un poco y nos obliga a decir algunas palabras. Cuando no es el fútbol es el tenis, ahora el rugby, pero siempre hay algo que se interpone en toda posibilidad de charla entre nosotros (Se rasca la cabeza, piensa). Lo nuestro no camina ni para atrás ni para adelante. Vos tenés claro que Alfredo está muy distante hace tiempo. Desde que Mariano y Carla se separaron fue como que hizo un click. ¿ Qué ? Si yo te conté que esa noche, cuando me llamó Carla y le dije que se divorciaban, fue como que se cegó. No habló más en toda la noche y cuando llegó a la pieza, se acostó, apagó el velador de su mesita de luz, y en vez de decirme “buenas noches” me dio la espalda y me dijo “chau”. ¿Qué ideas mías? Chechu, por favor, fue toda una señal, además hace mucho que apenas me besa para saludarme y sabés como pienso al respecto: “El que no come en casa es porque come afuera” (Entra al cuarto la hija con un muñeco de Barney entre sus manos). A ver, esperá. Sí Roxy, ya voy, mirá un poco más la tele que Mami está hablando, ¿Dale?
Hola, disculpá. ¿En qué estaba? Ah, sí, la comida, eso también, la comida: el tipo no hace otra cosa que criticarme la comida; que me olvido de ponerle sal al agua de las pastas, que la salsa está demasiado ácida, que la ensalada está mal condimentada, ¿que querés? Una no es de fierro, tampoco me iba a aguantar toda la vida. ¿Qué? Sí, te escucho (Deja por un rato hablar a su amiga. Le contesta todas sus inquietudes).
Parecés mi vieja con la historia de la familia y de la nena, ustedes se piensan que yo no estuve maquinando todas esas cosas, claro, se me ocurrió separarme y listo, la loca soy yo (se le afloja la voz). No, ya sé, pero no es fácil pensar en vivir sola y todo lo que eso acarrea para la nena, que en definitiva es quien más va a sufrir, pero tampoco es bueno que viva en el medio de una pareja que está resquebrajada por donde la analices. Mirá, hace más de un mes charlamos lo de la terapia de pareja pero él se hizo el dobolu y nunca más me habló del tema, es evidente que no le interesa. Yo ya me hice la tonta con su historia con la compañera de la facu cuando éramos novios, y aquella vez de la secretaria, esa que le duró tres semanas, también la dejé pasar, pero esta forma rara de comportarse a esta altura del partido sobrepasa todos mis límites. ¿Qué? No me vengas ahora con que yo también hice de las mías; vos sabés que la historia con Nicolás fue una aventura de una noche cuando las cosas con Alfredo estaban bastante mal, justo antes de quedar embarazada de Roxy; no comparemos, te pido por favor. Este tipo hace tiempo que lo único que aporta a esta casa es presencia y guita, ya no le da bola ni a la hija. Ahora, al fútbol de los lunes y jueves, le agregó paddle los martes, y los viernes no se los toques porque son los viernes de los amiguitos, esa manga de pelotudos que lo único que hacen es juntarse, ponerse un poco en pedo y contar las mismas anécdotas pedorras de cuando tenían veinte años. A ver, bancanme un segundo (Su hija vuelve a entrar al cuarto, refregándose los ojos).
­ ¿Estás con sueño bebé? Mami está hablando con la tía Cecilia, esperame en tu cuarto que ahora hacemos al agua pato y te preparo la comidita. ¿Sï, Chechu, estás ahí?. Perdoná, esto es medio complicado, me va a explotar la cabeza. (Mariana escucha durante un largo rato. Se sienta en la cama y masajea su frente con una mano. Mirándose los pies retoma su alocución).
Sí, mirá, eso más o menos lo hablamos, le vamos a decir que Alfredo se va de viaje por trabajo durante una semana y a partir de ahí vemos cómo lo encaramos, pero ayer discutimos mal y nos dimos cuenta de que esto no da para más. Sí, para tanto (hace una pausa), igual en algún momento te lo iba a contar: nos fuimos a las manos, yo le tiré un cachetazo por una barbaridad que me dijo y el muy hijo de puta me lo devolvió. En serio. No, por suerte no me quedó ninguna marca, imaginate. ¿Una denuncia? Ni loca, más quilombo, yo quiero vivir en paz con mi hija y que este turro me pase todo lo que nos corresponde, porque la nena no va a dejar por nuestros problemas ni danzas ni inglés ni un carajo, y vos sabés que eso sola no lo puedo bancar. No, obvio, el “Uno” me lo quedo yo, que se meta el “Megane” donde ya sabés, yo sólo quiero lo que me corresponde. (Su hija entra al cuarto llorando con una muñeca sin vestido y sin cabeza).
¡Roxana, por favor!, te pedí que me esperes en tu cuarto (La nena se tira al piso y continúa llorando) Chechu, Chechu, te dejo. Sí, listo, no te hagas drama, cualquier cosa te llamo. Un beso. Saludos a Claudio y a los chicos (Deja el teléfono sobre la cama).
Vení amorcito, vení a upa de Mami.

VIERNES, 7 P.M. (II° parte)

Alberto, me traés otro cafecito. Este celular de mierda. Alberto, por favor, dejámelo en la barra que voy a hablar por teléfono. Don Julio, ¿ Le uso el teléfono un minuto? Gracias. Cuatro, este, seis, dos, ocho, cinco. Atendeme Marianito. Mariano, ¿Qué hacés, dónde estabas? Uh, te estabas bañando, ¿Querés que te llame más tarde? Bueno, mejor si hablamos ahora porque después con todos los chicos va a ser más complicado. Y sí, adivinaste, discutimos con Mariana, pero mal, nos fuimos al carajo. No, nos fuimos a las manos, me empezó a romper las bolas con el tema de mis horarios y de que nunca estoy en casa y me pudrió; ahí nomás comencé a decirle todo lo que pensaba sobre nosotros.
Sí, le dije que me tenía harto con sus discursos sobre el fútbol, el paddle, mis amigos y sus comentarios irónicos sobre mi vieja. Sí, no aguanté más, y el problema es que empecé yo a decirle todo lo que me molestaba de ella y no pude parar. Empecé hablando sobre sus pensamientos en voz alta, que sollozaba para que la escuchara, cuando le estaba contando algo de ustedes; nunca se puso a pensar que le estaba hablando sobre mis amigos, pero claro, que saben las minas de la amistad, si a lo sumo tienen compañeritas de trabajo, son víboras que se inyectan el veneno entre ellas: “que mirá el pelo, que se hizo las tetas”, te juro que no aguantaba más y cuando metió a la nena en el medio de la discusión te juro que me dieron ganas de ahorcarla; si nunca les faltó nada: quería que fuera a inglés y a danza, la nena va a inglés y a danza, quería hacerle el cumple en el pelotero de Libertador, le hicimos el cumpleaños en el pelotero de Libertador, dejame de joder, encima me saltó con que mis actitudes le generaban sospechas. Por fin se dio cuenta pensé, te juro. Me recriminó que no abro el messenger en casa y no sé cuantas boludeces más, hasta que me salió con cosas de hace diez años y no me pude controlar.
No, me fui al carajo, le dije que nunca había sentido real placer con ella, que era una frígida de mierda y me metió un cachetazo. ¿Qué hice? Se lo devolví. Sí, te juro que hacía tiempo que no sentía una descarga como la que tuve en ese momento. Y sí, se puso a gritar como una loca, que me fuera, que quería el divorcio y que quería la mitad de todo: hija de puta, hace como cinco años que se rasca y quiere la mitad de todo, pero no me importa, te juro que con tal de que no me joda más y me deje ver a la nena sin hacer mucho quilombo me importa poco y nada. Vos la conocés, sabés cómo Mariana es capaz de sacarme, todos los desplantes que me he bancado en público y todo ¿Para qué, para defender a la familia? Si hace años que la familia era una hipocresía que sólo se sostenía por la nena. Gracias, Alberto. Sí, estoy acá en el bar, me vine a tomar un café antes de ir para lo de Martín. Disculpá que te joda, pero necesitaba hablar con alguien antes de que nos juntemos, igual cuando terminemos de cenar supongo que les contaré a todos.
¿ Hoy? Me voy a dormir a lo de mi vieja, y mañana voy a ver si llevo algunas cosas al depto que mi viejo tiene desocupado en Caballito. Sí, me vino como anillo al dedo, los inquilinos se fueron la semana pasada, así que mejor imposible. No, a la nena le vamos a decir que me voy una semana de viaje y después vamos a ver cómo lo manejamos. Ella quiere que lo hablemos con la piscopedagoga del jardín, así que no sé, total que no me moleste le voy a dejar que maneje las cosas ella; si hasta me habló de hacer terapia de pareja, como si un tercero se pudiera meter en la cama y solucionar nuestros problemas.
Bueno, mirá, tengo gente al lado, la seguimos después. No, no hace falta, nos vemos directamente allá. Gracias ¿ Te queda alguno de esos vinitos que trajiste de Mendoza? Bueno, me parece que hoy me van a venir bien un par de tragos. Listo, ci vediamo dopo. Don Julio ¿Cuánto le debo con los dos cafecitos? Acá le dejo. Gracias. Chau, Alberto, nos vemos mañana. Sí, si Dios quiere.

sábado, 17 de noviembre de 2007

Q.E.P.D.

Los jeans desflecados en sus botamangas y los cabellos prolijamente despeinados. La joven pareja camina lentamente por los pasillos del cementerio de Olivos, compartiendo los auriculares del I-Pod en los que suena fuerte un viejo reggae. Quien no pita del cigarrillo de marihuana que armaron antes de ingresar vigila que nadie los siga. Se miran y sonríen cómplices. Ella retiene el humo y lo besa; él aspira y mira al cielo: lo exhala despacio, dibujando aros casi imperceptibles. Cree que ya es suficiente y apaga el cigarro humedeciendo la yema de su dedo índice y apretándola contra la brasa.
Los cuidadores del lugar toman mate bajo la copa de un paraíso: aguardan que sean las seis de la tarde para fichar y volver a casa. Una viuda termina de acomodar su ofrenda floral, mira el reloj, se detiene azorada por la actitud de la pareja de adolescentes y se marcha a paso raudo. Las últimas luces del día la acompañan hasta la salida de la calle Pelliza.
Se besan. Ella juguetea con su lengua en la oreja de su novio que, tras bajarle el cierre de la campera y evitar con su mano el sweater y la blusa, le acaricia la espalda. Llega al corpiño y en dos movimientos, con tres dedos, logra desabrocharlo; su mano rodea la cintura de su novia, y tras una fugaz caricia en el ombligo se decide a subir en busca de sus senos.
Los floristas comienzan a cerrar sus puestos. Las marmolerías de la calle de enfrente bajan sus persianas. En los distintos accesos, los hombres encargados de la seguridad, cierran los portones de hierro y esperan a sus compañeros del turno noche para hacer el cambio de guardia.
Los pezones crispados. Ella se siente húmeda y aprieta con los muslos la pierna derecha de su novio. Ríen. Se miran y tomados de la mano se dirigen hacia la zona de las bóvedas. Programan en su pequeño aparato musical una serie de baladas de los Rolling Stones que grabaron dos días atrás.
Los faroles corroídos que aún tienen sus focos apenas iluminan el lugar. Un cortejo fúnebre, que se retrasó por la llegada tardía del cura que debía realizar el responso, se retira. En el último de los autos una mujer llora sin consuelo.
El espacio entre dos bóvedas parece ser el lugar indicado. Cuando él le levanta la blusa ella golpea su cabeza contra la pared granítica. La baja temperatura no les afecta. Le toma una de sus manos y la conduce hasta la cremallera de sus pantalones; ella entiende el mensaje, le baja el cierre y le afloja el cinturón. Luego se arrodilla. Ambos saben que para salir del cementerio deberán saltar el muro.

Q.E.P.D. (II)

Cada sábado ella llegaba hasta el cementerio con su ramo de claveles rojos y blancos, en alusión a los colores del equipo de fútbol del cuál su hijo era simpatizante. Saludaba a los hombres de la entrada principal, que a fuerza de verla los mismos días y a la misma hora ya la reconocían, y al ingresar le daba un beso a los pies de una imagen de Jesús tallada en mármol, donde dejaba en un florero un clavel de cada color.
Siempre vestía una pollera gris, un saco de hilo negro, y usaba el cabello recogido. Los anteojos oscuros la acompañaban aún en los días nublados y en la cartera llevaba un alambre fino que usaba para atar las flores y que quedaran juntas.
Después de pasar por la zona de los nichos doblaba a la izquierda para rezar un Padrenuestro en la pequeña capilla. Si coincidía con alguna misa, esperaba que ésta terminara para orar en soledad, bajo un vitreaux con la figura de San Pedro. Al salir de allí, tras reclinarse y persignarse dos veces, caminaba en dirección de la tumba de su hijo, que estaba detrás del crematorio.
Algunas veces se detenía en el camino para ver en qué condiciones estaba la sepultura de una prima que poca gente visitaba; cada tanto le llevaba algún ramo de siempre vivas. Al llegar finalmente a destino, sacaba de su cartera una franela naranja y lustraba el acrílico que protegía la foto de Mariano, quien se había accidentado fatalmente en su motocicleta.
Doblaba la franela, la guardaba, quitaba las flores que había dejado el sábado anterior y las apoyaba en el piso. Tomaba la vasija y en una rejilla situada a unos quince metros arrojaba el agua. La cargaba con el agua que traía en una botella plástica de medio litro y acomodaba los claveles, intentando que quedasen intercalados los blancos con los rojos. Los ajustaba un poco con el alambre y arrodillada a un costado rezaba un Credo. Luego le hablaba al frío mármol, como si su hijo pudiese escucharla, y le contaba las novedades de su familia:
_ Cómo verás, papá sigue prefiriendo no venir. Dice que no puede, que le hace mal, que recordarte en vida es lo mejor que puede hacer.
A veces no podía contenerse y su monólogo era interrumpido por un sollozo que luego se convertía en llanto. Cuando así sucedía, se quitaba los anteojos, secaba sus lágrimas con un pequeño pañuelo y se agachaba para poder besar la foto de quien fuera su único hijo. Abrazada a la lápida, se serenaba, encontraba cierta paz. Besaba nuevamente la foto, acomodaba una vez más los claveles rojos y blancos y trabajosamente se ponía de pie. Permanecía quieta unos minutos, en silencio. Luego se marchaba con pasos cortos, casi sin levantar los pies del asfalto, sin darse vuelta ni una sola vez.